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«Барабанщик» на испанском языке

El tambor

4.45 голосов
✒ Автор
📖 Страниц7
⏰ Время чтения 45 минут
💡 Опубликовано1843
🌏 Язык оригинала Немецкий
📌 Тип Сказка
📌 Жанры Детская литература, Приключенческое, Притча

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El tambor: читать книгу на испанском

Un anochecer caminaba un joven tambor por el campo, completamente solo, y, al llegar a la orilla de un lago, vio tendidas en ellas tres diminutas prendas de ropa blanca. "Vaya unas prendas bonitas!" se dijo, y se guardó una en el bolsillo. Al llegar a su casa, metióse en la cama, sin acordarse, ni por un momento, de su hallazgo. Pero cuando estaba a punto de dormirse, parecióle que alguien pronunciaba su nombre. Aguzó el oído y pudo percibir una voz dulce y suave que le decía: "¡Tambor, tambor, despierta!" Como era noche oscura, no pudo ver a nadie; pero tuvo la impresión de que una figura se movía delante de su cama. "¿Qué quieres?" preguntó. "Devuélveme mi camisita," respondió la voz, "la que me quitaste anoche junto al lago." - "Te la daré sí me dices quién eres," respondió el tambor. "¡Ah!" clamó la voz, "soy la hija de un poderoso rey; pero caí en poder de una bruja y vivo desterrada en la montaña de cristal. Todos los días, mis dos hermanas y yo hemos de ir a bañarnos al lago; pero sin mi camisita no puedo reemprender el vuelo. Mis hermanas se marcharon ya; pero yo tuve que quedarme. Devuélveme la camisita, te lo ruego." - "Tranquilízate, pobre niña," dijo el tambor, "te la daré con mucho gusto." Y, sacándosela del bolsillo, se la alargó en la oscuridad. Cogióla ella y se dispuso a retirarse. "Aguarda un momento," dijo el muchacho, "tal vez pueda yo ayudarte." - "Sólo podrías hacerlo subiendo a la cumbre de la montaña de cristal y arrancándome del poder de la bruja. Pero a la montaña no podrás llegar; aún suponiendo que llegaras al pie, jamás lograrías escalar la cumbre." - "Para mí, querer es poder," dijo el tambor," me inspiras lástima, y yo no le temo a nada. Pero no sé el camino que conduce a la montaña." - "El camino atraviesa el gran bosque poblado de ogros," respondió la muchacha, "es cuanto puedo decirte." Y la oyó alejarse.
Al clarear el día púsose el soldadito en camino. Con el tambor colgado del hombro, adentróse, sin miedo, en la selva y, viendo, al cabo de buen rato de caminar por ella, que no aparecía ningún gigante, pensó: Será cosa de despertar a esos dormilones. Puso el tambor ni posición y empezó a redoblarlo tan vigorosamente, que las aves remontaron el vuelo con gran algarabía. Poco después se levantaba un gigante, tan alto como un pino, que había estado durmiendo sobre la hierba. "¡Renacuajo!" le gritó, "¿cómo se te ocurre meter tanto ruido y despertarme del mejor de los sueños?" - "Toco," respondió el tambor, "para indicar el camino a los muchos millares que me siguen." - "¿Y qué vienen a buscar a la selva?" preguntó el gigante. "Quieren exterminamos y limpiar el bosque de las alimañas de tu especie." - "¡Vaya!" exclamó el monstruo, "os mataré a pisotones, como si fueseis hormigas." - "¿Crees que podrás con nosotros?" replicó el tambor, "cuando te agaches para coger a uno, se te escapará y se ocultará; y en cuanto te eches a dormir, saldrán todos de los matorrales y se te subirán encima. Llevan en el cinto un martillo de hierro y te partirán el cráneo." Preocupóse el gigante y pensó: Si no procuro entenderme con esta gentecilla astuta, a lo mejor salgo perdiendo. A los osos y los lobos les aprieto el gaznate; pero ante los gusanillos de la tierra estoy indefenso. "Oye, pequeño," prosiguió en alta voz, "retírate, y te prometo que en adelante os dejaré en paz a ti y a los tuyos; además, si tienes algún deseo que satisfacer, dímelo y te ayudaré." - "Tienes largas piernas," dijo el tambor, "y puedes correr más que yo. Si te comprometes a llevarme a la montaña de cristal, tocaré señal de retirada, y por esta vez los míos te dejarán en paz." - "Ven, gusano," respondió el gigante, "súbete en mi hombro y te llevaré adonde quieras." Levantólo y, desde la altura, nuestro soldado se puso a redoblar con todas sus fuerzas. Pensó el gigante: Debe de ser la señal de que se retiren los otros. Al cabo de un rato salióles al encuentro un segundo gigante que, cogiendo al tamborcillo, se lo puso en el ojal. El soldado se agarró al botón, que era tan grande como un plato, y se puso a mirar alegremente en derredor. Luego se toparon con un tercero, el cual sacó al hombrecillo del ojal y se lo colocó en el ala del sombrero; y ahí tenemos a nuestro soldado, paseando por encima de los pinos. Divisó a lo lejos una montaña azul y pensó: Ésa debe de ser la montaña de cristal, y, en efecto, lo era. El gigante dio unos cuantos pasos y llegaron al pie del monte, donde se apeó el tambor. Ya en tierra, pidió al grandullón que lo llevase a la cumbre; pero el grandullón sacudió la cabeza y, refunfuñando algo entre dientes, regresó al bosque.
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